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SECRETOS DE LA CASA DE EL ETERNAUTA: UN CHALET MARCADO POR LA DICTADURA, RAÍZ DEL CÓMIC QUE DARÍN PROTAGONIZA
La emblemática historieta argentina “El Eternauta”, de Héctor Oesterheld, volvió a estar en boca de todos luego de su arrollador éxito en Netflix, en una miniserie que pondrá a Ricardo Darín en el característico traje del protagonista del relato.
La imagen del hombre trabajando en su escritorio que se adivina tras aquella ventana de la casa de la primera viñeta, pertenece a un escenario metaficcional. Esa escena en la historieta era frecuente fuera de ella. El hombre del dibujo se presenta como guionista, un alter ego de Héctor Oesterheld. De espaldas a esa ventana, el guionista de carne y hueso pasó sus días narrando las aventuras de sus personajes en viñetas. Y esa casa es real, todavía está de pie. Se sitúa en Beccar, partido de San Isidro.
Rivadavia 1985, a unos pasos de las vías del tren Mitre de la estación Beccar. Precisamente en la esquina con Ayacucho está el chalet de ladrillo, maderas amarillas y fachada enteramente adueñada por una enredadera, que habitaron el escritor, su esposa Elsa Sánchez y sus cuatro hijas: Marina, Estela, Beatriz y Diana, que nacieron entre 1953 y 1957. La casona fue testigo de felices momentos de la familia y disparador de una historieta excepcional.
EL ESPACIO CREATIVO DE OESTERHELD
Primer piso, ventana al frente. Ese rincón de la casa de Beccar era también donde se daban las creativas charlas sobre nuevos relatos entre Oesterheld y Francisco Solano López, el dibujante de “El Eternauta”, con quien ya había realizado para la revista Misterix las obras Uma-Uma, Rayo rojo y Bull rockett. Cuando el guionista fundó en 1956 Frontera, su propia editorial, lo convocó para trabajar nuevamente juntos. Se empezaba a gestar la historieta protagonista de una época, que luego se convertiría en un clásico eterno.
La extensa biblioteca y la silla del otro lado del mueble que se ve en las primeras viñetas de la historieta también forman parte de lo que era en realidad. Esa silla en la que se corporizó Juan Salvo, el Eternauta, era donde Solano López se solía sentar cuando visitaba a Oesterheld. En efecto, la casa de los guionistas era la misma, pero la del cómic fue trasladada a Vicente López. Aquel chalet que el dibujante conocía bien, le sirvió de modelo para otra casa que aparece en el cómic, a pocas cuadras de la primera: la de Juan Salvo.
UN LEGADO MARCADO POR LA DICTADURA
Para la vivienda del protagonista, Solano López colocó el garaje en la fachada. Allí se calzaba el traje que lo protegía de los copos letales, y tras abrir el portón salía directamente a la calle. Polski, uno de los amigos de Juan, cae muerto tras haber estado en contacto directo con la nieve a metros nada más de la vereda de aquella casa.
La novela gráfica tuvo su aparición el 4 de septiembre de 1957, dentro de la revista Hora Cero, estrenada el mismo día. El suplemento de 16 páginas se publicaba todos los miércoles y traía fragmentos de varias historietas. “El Eternauta” salía en tres tiras semanales, lo que mantenía expectantes a los jóvenes lectores. En total, fueron 106 suplementos que correspondieron a dos años de entrega. La aventura del viajero en el tiempo terminó en 1959.
Tiempo después, las conversaciones que se daban en la casona de Beccar pasaron de ser de películas y escenarios de ciencia ficción a situaciones de la realidad. Sus cuatro hijas, para Oesterheld su mayor adoración, casi no habían vivido en democracia. Entonces, empezaron a preguntarse por la dictadura y lo que estaba pasando allá afuera. Las chicas comenzaron a militar, y Héctor también.
LA CASA COMO ESPACIO DE MILITANCIA
Una de las autoras de “Los Oesterheld”, una investigación periodística profunda que concluyó en un libro con la biografía familiar, es Alicia Beltrami, quien dijo a Télam: “La militancia de Héctor y sus hijas se fue constituyendo a partir de un vínculo dialéctico. No se puede decir que el padre haya influido en sus hijas o que ellas hayan determinado a Héctor. Todo se gestó en los diálogos y vivencias compartidas en la casa que la familia tenía en Beccar, donde se retroalimentó un compromiso por cambiar la realidad”.
Cada una de las chicas habitó su propio territorio de lucha. Todo confluía en la casa, que se transformó en un espacio de encuentro de jóvenes militantes del barrio. Oesterheld comenzó su actividad comunitaria en el barrio “La Sauce”. Luego se incorporó a la organización Montoneros, donde colaboraba con la estructura de prensa y difusión de la organización.
UN DESTINO TRÁGICO
En 1975, vísperas de la dictadura, la historieta vuelve a ser publicada en un solo tomo. Una nueva generación de lectores la interpretó en clave política, identificando la nevada con la persecución militar. Oesterheld y Solano López, como presagio de lo que vendría, comenzaron a editar “El Eternauta II”, publicada por entregas desde diciembre de 1976 hasta abril de 1978.
Fue escrita de manera casi clandestina y cargada de llamadas a la lucha revolucionaria, lo que marcaba el destino del autor: El 27 de abril de 1977 desaparecía secuestrado por la Dictadura. Fue trasladado a Campo de Mayo y luego al centro clandestino El Vesubio, y desde ese momento, nada más se supo de él.
Pero la segunda parte de “El Eternauta” no quedó inconclusa. Oesterheld logró terminar de escribirla, aunque Solano López, quien se exilió en España para proteger su vida y la de su hijo, dijo tener dudas sobre si los guiones finales fueron escritos por él o por alguien en su lugar.
LA LUCHA POR LA MEMORIA
En aquella casa de Beccar solo quedó Elsa Sánchez, quien desde el primer momento se opuso a la acción militante de su familia entera, que tuvo un destino brutal. Entre junio de 1976 y diciembre de 1977, sus cuatro hijas, dos nietos por nacer, sus cuatro yernos y su marido, estaban desaparecidos y muertos. En la lucha para recuperar a sus nietos apropiados y en defensa de la memoria de su familia, se convirtió en una Abuela de Plaza de Mayo. Falleció en 2015.
El destino de los Oesterheld y la saga de “El Eternauta” se vinculan tanto a la dictadura como al chalet de Beccar donde ambas se desarrollaron. Es por eso que en mayo de 2018, por iniciativa de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) de la provincia de Buenos Aires, fue señalizada como sitio de memoria.
La casa es un lugar de vida, una máquina del tiempo que permite navegar en la eternidad del recuerdo de aquella época feliz de la militancia, del encuentro. Es el latente recordatorio de la historia que cuenta “El Eternauta”, que como escribió Oesterheld en el prólogo de la obra: “El héroe verdadero no es individual, sino colectivo”.
Fuente: Clarín
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