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Innovador proyecto inmobiliario en Argentina: un amenity sorprendente sin pileta ni spa

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Innovador proyecto inmobiliario en Argentina: un amenity sorprendente sin pileta ni spa

Ni pileta ni spa: crean un proyecto inmobiliario top con un amenity impensado para los argentinos

En el Valle de Uco, un proyecto inmobiliario combina casas de lujo con la posibilidad de que los compradores se conviertan en “bodegueros de ocasión”.

*22 de octubre de 2025*
*11:30*

El proyecto inmobiliario combina casas de lujo con viñedos privados en los que los propietarios pueden convertirse en “bodegueros de ocasión”.

En la Argentina, donde abundan countries con canchas de golf o barrios cerrados con lagunas artificiales, un emprendimiento ofrece un amenity que rompe el molde: un viñedo propio.

En pleno Valle de Uco, en Mendoza, Casa de Uco permite a los compradores no solo construir una casa de veraneo, sino también acceder a parcelas de viñedo con gestión integral y hasta la oportunidad de convertirse en bodegueros de ocasión.

Desde 2008, el proyecto combina real estate, vitivinicultura y hospitalidad de lujo, con un modelo inédito en el país. Allí, el vino puede ser desde un hobby hasta una inversión.

“El proyecto está ideado para el que siempre le gustó el vino y quiere dar un pasito más; puede acceder a un lugar donde haya un viñedo y una bodega de la que no se tenga que ocupar de ello, ya que nosotros nos encargamos del manejo del viñedo y después con la cosecha cada uno elige si quiere hacer un vino o no,” resume Juan Tonconogy, fundador del proyecto.

Los propietarios no tienen que ocuparse de nada de la gestión del viñedo. Ese orgullo de ver un producto propio, customizado, es lo que suele convocar a los inversores para preparar su propio vino, diseñar la etiqueta que represente su familia y poder compartirlo con sus seres queridos. “Como enólogo, cuando entro a un lugar y veo una botella de mi vino, me da una gran satisfacción porque recuerdo todas las cosas que pasaron en el medio.” Eso es a donde los clientes quieren llegar y por qué quieren hacer vino, explica el enólogo a cargo, Gustavo Bauza.

El vino se hace a medida con asesoramiento de un experto, por lo que no se requiere de ningún conocimiento más que de gustos propios. “Antes de hacerlo conversamos sobre qué es lo que quieren, si por ejemplo los prefieren frescos, con o sin madera, y a partir de ahí se definen muchas cosas que después nosotros tenemos que lograrlas dentro de la bodega,” detalla Bauza.

Romper moldes

Respecto al proyecto -ubicado a poco más de una hora en auto del Aeropuerto Internacional de Mendoza- tiene 32 lotes de una hectárea cada uno para la construcción de residencias privadas, según señalan desde Toribio Achával, inmobiliaria a cargo de la comercialización.

La inversión por lote parte de los US$220.000 y la construcción llave en mano de una casa cuesta alrededor de US$500.000, según el diseño predeterminado elegido, lo que eleva el ticket final desde US$720.000.

Si bien se pueden hacer algunas modificaciones para personalizar su diseño, el tamaño promedio de las casas es de 250 metros cuadrados. De estas ya hay terminadas seis y otras tres están en construcción.

“Las casas mantienen una identidad arquitectónica común, con mucho hormigón y vidrio, para preservar la estética del lugar,” explica Tonconogy. Su padre, el reconocido arquitecto Alberto Tonconogy, diseñó tanto el hotel boutique -con 16 habitaciones y tres villas- como los modelos de residencias.

En términos de tiempos, las casas suelen construirse en un plazo de tres años desde la compra del terreno, mientras que el vino puede producirse en el primer año desde la inversión.

“No es un proyecto masivo ni de inversión en busca de rentabilidad. Queremos una comunidad pequeña que venga atraída por el placer, con privacidad y respeto por el entorno natural,” resume Tonconogy.

Los propietarios acceden a todos los servicios del hotel: housekeeping, mantenimiento, jardinería, gastronomía y spa, entre otras actividades. Además, pueden integrar sus casas al pool de rentas de la operación hotelera, con tarifas de alquiler que rondan los US$2500 por noche para seis personas. Según Tonconogy, este esquema ofrece una rentabilidad de entre 4% y 9% anual en dólares, dependiendo de la ocupación.

Sin embargo, destaca que no se trata del rendimiento económico de la propiedad sino de una inversión de placer. “Suelen ser casas de fin de semana o de veraneo, en las que los dueños vienen y, además de disfrutar del lugar y los amenities del hotel, pueden visitar al enólogo y probar cómo está su vino de barrica, ir a un asado en el reservorio, hacer blending sessions, clases de cocina, andar a caballo y jugar en las canchas de tenis, entre otras cosas,” agrega.

Viñedos propios, sin complicaciones

Mendoza es una de las nueve grandes capitales del vino junto con Rioja (España), Bordeaux (Francia), Cape Town (Sudáfrica) y Napa Valley (Estados Unidos), entre otras. A 1300 metros de altura y a 83 km al sur de la ciudad de Mendoza, el proyecto se emplaza en un terreno aliado de los viñedos: Los Chacayes, distrito dentro del departamento de Tunuyán.

“En los últimos 15 años, esta zona ganó un gran protagonismo: se convirtió en un polo de bodegas de alta gama con proyectos turísticos y gastronómicos bien posicionados,” advierte el desarrollador.

De hecho, Gustavo Bauza destaca que se trata de uno de los tres lugares más caros que tiene la Argentina para cultivar uva. “Hay lugares que aparentan ser maravillosos, pero tienen que reunir condiciones: no deben tener riesgo de heladas, no deben tener tormentas de granizo, deben tener agua (un factor importante dentro de Mendoza donde solamente el 3,5% es cultivado por esta limitación) y que todo ese entorno se adapte a la planta.”

Quienes optan por vinificar pueden producir desde 300 botellas por unos US$3.000, con la posibilidad de definir el estilo del vino junto a los enólogos y hasta diseñar su propia etiqueta. Más allá de construir tu propia casa, hay quienes eligen pasar menos tiempo en este lugar pero aún así involucrarse de lleno en la experiencia.

Teniendo en cuenta que el equipo se ocupa del manejo agrícola y de la bodega, quienes optan por vinificar pueden producir desde 300 botellas por unos US$3000. Hoy, la finca lleva 70 hectáreas plantadas con vid, principalmente Malbec aunque también hay variedades de Pinot Noir, Cabernet Franc, Petit Verdot, entre otras.

“La mayoría de los inversores lo toman como una actividad para hacer y producen una barrica al año, aunque -si bien no incentivamos la producción masiva-, hay otros inversores extranjeros que producen 15.000 botellas para vender, por ejemplo, en Brasil,” se explaya Tonconogy.

Para esta línea de inversor que no busca echar raíces con una propiedad, Casa de Uco ofrece una alternativa más accesible: parcelas de viñedo desde 3000 m², con tickets que van desde US$50.000 en adelante. “Es una forma de ser bodeguero pero sin las responsabilidades ni la necesidad de tener experiencia,” resume el desarrollador.

Entrar en este negocio de la forma tradicional, según el experto, requeriría de una inversión mucho más grande. “Acá podés comprar un viñedo por US$100.000, mientras que para hacerlo de otra forma tendrías que entrar al negocio comprando entre 15 y 30 hectáreas y sumarle el desarrollo.”

Quienes no buscan construir una casa pero sí participar del proyecto, se pueden adquirir parcelas de viñedo desde 3.000 m², con tickets que van desde US$50.000 en adelante. Aquellos que ya apostaron por el desarrollo suelen ser turistas que, después de hospedarse en el hotel, quedan encantados con el lugar y buscan acercarse un poco más.

“Van, disfrutan del hotel, prueban su vino en barrica, participan de la cosecha si quieren, y cuando regresan a su país sienten que tienen un pie en Mendoza,” resume el fundador. En estos casos, los dueños de una parte del viñedo tienen acceso al hotel sin cargo por un período garantizado y luego descuentos.

“Es difícil encontrar propuestas similares en otras partes del mundo,” dice Tonconogy. “En Estados Unidos hay proyectos de enoturismo, pero no con este nivel de personalización y sin la carga de tener que armar una bodega propia. Acá el inversor no tiene costos fijos: solo paga lo que quiere producir.”

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